Ana y Eduard, Oviedo.

Nacimiento en junio de 2020


Somos Ana y Eduard tenemos 29 años y después de dos años y medio de casados nuestra mayor preocupación era que los hijos no llegaban. Antes de casarnos estuvimos 8 años de novios y siempre habíamos tenido muy claro que nuestra intención era estar abiertos a la vida desde el principio de nuestro matrimonio.

Los meses fueron pasando y nuestra “preocupación” por la falta de embarazo iba en aumento. Al parecer estaba todo bien, era cuestión de esperar y estar tranquilos (solución muy complicada cuando ves que los ciclos van va pasando sin el resultado esperado). Además, en nuestro entorno todo eran bodas seguidas de embarazo a los pocos meses y celebrar esto con tus amigos y familiares a veces resulta un trago algo amargo cuando es tu máxima ilusión y mayor frustración.

Tras varias visitas al ginecólogo fuimos probando los métodos que entraban dentro de nuestros principios morales: respeto al origen de la vida, al matrimonio, y a la vida como un don. Probamos progesterona, Omifin (que iba a dar resultado seguro en menos de 6 meses), hicimos varias analíticas y muchos exámenes ginecológicos. Y por supuesto, intentamos estar tranquilos. Pero nada trajo ningún resultado, solo cada vez más frustración al ir quemando nuestras escasas opciones.

Comentando nuestra situación con alguno de nuestros amigos más cercanos, oímos hablar de la Naprotecnologia pero nos daba una mezcla de pereza y desconfianza probar algo nuevo con miedo a volver a fracasar. Un día cualquiera, meses después de haber hablado con nuestro amigo, Ana encontró algunos testimonios sobre Naprotecnología por internet. Lo comentamos otra vez, pero de nuevo concluimos que no queríamos embarcarnos en algo así, que habría que esperar y estar tranquilos y todo llegaría.

Al poco tiempo y tras un nuevo ciclo que había transcurrido sin embarazo, nos lanzamos a la piscina como una opción desesperada. Sin mucha confianza, mucha pereza e incluso algo de vergüenza, nos pusimos en contacto con Venancio y Jordina y a partir de esa llamada entramos en el mundo de la Naprotecnología.

Fueron tres meses en los que redescubrimos muchas cosas de nuestro matrimonio, nos conocimos más físicamente e introdujimos algunos cambios en nuestras expectativas: se trataba de encontrar cuál era el “problema” real que nos estaba impidiendo ser padres investigando diferentes facetas de nuestra vida: la alimentación, la actividad física, el tema hormonal, las relaciones, el ciclo de Ana, etc. Estábamos mentalizados de que se trataba de una carrera de fondo que podía durar varios meses, incluso más de un año. Eso nos dio paz y nos relajó poniendo el posible “fracaso” situado a varios meses de distancia.

Y así, tres meses después de haber hablado por primera vez con Anna Jarmolinska y en pleno estudio hormonal de Ana (cuando ella ya llevaba un mes haciéndose análisis de sangre cada dos días y esperábamos los resultados) ocurrió lo que ninguno de los dos esperábamos…un retraso en la regla.

Con mucho miedo a ver otra vez un resultado negativo en el test número ni se sabe de embarazo, y al día siguiente de que naciera nuestro sobrino, casi se nos para el corazón cuando vimos dos rayitas en un predictor a las 6:30 de la mañana. Increíble, imposible, no nos podía estar pasando… ¡pero sí!¡estábamos embarazados! Y sin haber tenido que tomar ninguna medida, un embarazo absolutamente natural. Se ve que eso de estar tranquilo era la clave y el Creighton con el autoconocimiento que nos aportó nos facilitó también esa tranquilidad y una compenetración mucho mayor entre nosotros. Al escribir este testimonio Carlitos cumple 15 días de vida.